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Desde la Fundación Summa Humanitate queremos agradeceros a todas/os la participación e interés que ha despertado el III Congreso Humanitate.

Una vez más somos conscientes de lo importante que son estos eventos para compartir ideas y conocimiento por el bien de la iglesia.

 

¿Sobre qué estuvimos compartiendo en el Congreso que organizó la Fundación Summa Humanitate el pasado 14 y 15 de marzo?

Os anuncio que ya tenéis todas las conferencias colgadas en el aula comunitaria, os aconsejamos que las compartáis en vuestras comunidades, porque entre todos podemos hacer realidad el título del III Congreso Humanitate“Mejorar el cuidado a nuestros mayores es posible. Consideraciones para una mejor atención y organización de nuestras casas de mayores”

 

A modo de un somerísimo resumen, hablamos de:

IMPREGNAR de ternura nuestros cuidados

Monseñor Arturo Ros, obispo auxiliar de Valencia, nos recordaba que somos capaces de ternura, porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Y tenemos que partir de la experiencia de Dios en nuestras vidas, una experiencia que nos transforma y nos constituye; y llenarnos de la mirada de Jesús, un Cristo de carne y cruz, para alinear cada vez más nuestro querer con la voluntad de Dios. De esta forma siempre volveremos a lo esencial y nos haremos pobres de espíritu, esperando, acogiendo y orando para acompañar con misericordia.

 

SOSTENER el cuidado FRATERNO

D. Jaime Badiola nos compartía tres claves para garantizar una sostenibilidad del cuidado de los hermanos/as como auténticas familias: Tomar conciencia de nuestras necesidades, establecer las premisas (convicciones) que nos ayudan a trazar el camino a seguir y, por último, plantear y concretar estrategias que nos lleven a la eficiencia y eficacia deseada, en términos de fraternidad. En este sentido se habló de alianzas y redimensionamiento, de optimización de inversiones, de sensibilización, …

 

HUMANIZAR el cuidado

Dña. Margarita Saldaña nos habló desde su rica experiencia personal del cuidado de personas mayores, personas que precisan una ayuda que jamás hubiesen deseado, y del sentido del cuidado per se. Nos recordaba la importancia de poner el foco en el vínculo entre la persona que cuidamos y el cuidador, de reconocer nuestra profunda interdependencia, de cómo aprender a dejarnos cuidar, de acompañar hasta el final de la vida. Nos recordaba que no hay recetas, se trata sobre todo de proponer, de conocer, de acoger, de respetar, de acompañar, de desdramatizar, de un aprendizaje mutuo.
Y de vivir el cuidado como una aventura, como una oportunidad evangélica si somos capaces de hacerlo desde una atención lúcida, solidaria y arraigada en el Dios que cuida, y cuando además de experimentarlo como un lugar de combate -que cansa, que mancha, que agota-, lo interiorizamos también como un lugar de revelación, una zarza ardiente, una llamada permanente.

 

MIRAR para poder acompañar a las personas que cuidamos

Dña. Belén López nos recordaba que el ser vulnerable es un rasgo esencial del ser humano, que nos abre al otro y que nos hace necesitar el acompañamiento de otros en diferentes momentos de la vida; poniendo énfasis en atender dicha necesidad en nuestras comunidades y enfermerías de mayores, tanto en la persona mayor que está siendo cuidada como en el propio cuidador o superior. Destacó dos herramientas fundamentales para acompañar: Por un lado necesitamos una mirada profundamente cristiana, sin prejuicios, que acepta y acoge; una mirada abierta al sufrimiento, que es compasiva; una mirada llena de esperanza, confiada; una mirada que desea el bien, que bendice, y una mirada agradecida, que sin negar la realidad pone el foco en lo que sí se es, sí se tiene, sí se recibe y sí se puede aportar a los demás. De otro, saber preguntar para poder escuchar, para poder sanar, para poder compartir.

 

CONFRATERNIZAR para organizar y optimizar el cuidado

D. Jose Ramón López nos recordaba que toda la fecundidad de la vida religiosa pasaba necesariamente por la calidad de la vida fraterna. Las comunidades de mayores son comunidades de vida, y tenemos que planificar, con realismo y valentía, las comunidades del futuro entre todos, acompañándonos mutuamente, personas de vida consagrada y laicos, que compartimos una misma misión. Para ello, hemos de abordar los retos que se nos presentan, como la intercongregacionalidad progresiva, la unificación de enfermerías, la unificación de costes y la dificultad para poner superiores/as en algunas casas. También es preciso abordar una serie de propuestas de mejora, como acompañar, discernir e integrar la fragilidad; asumir el ser superiores como un acto de servicio; adaptar las estructuras cuando sea posible y necesario, encontrar los perfiles profesionales que necesitamos; dinamizar las comunidades, trabajar el cuidado centrado en la persona, registrar las últimas voluntades…

 

NUTRIR el cuidado con una alimentación y ejercicio adecuado, que potencie un envejecimiento saludable o revierta una fragilidad sobrevenida.

El Dr. D. Alfonso Cruz Jentoft nos recordaba que podemos influir en cómo envejecemos, que el cuidado empieza por uno mismo y en la medida en que lo hagamos, estaremos aliviando la carga de los que después nos tengan que cuidar a nosotros. Por lo que se refiere a la alimentación nos aconsejaba el hacer de 4 a 5 comidas diarias, procurar una dieta mediterránea, rica en proteínas y fibra, evitar los azúcares y las comidas precocinadas para mantener el máximo poder nutritivo de los alimentos, así como evitar en las personas con disfagia o problemas en la boca, las comidas rebajadas en agua para triturarlas o las comidas con varias consistencias. También hizo referencia a la importancia de sensibilizar y concienciar en lo saludable de mantener una rutina adaptada de actividad física y/o ejercicios.

 

ACOGER el sentimiento para poder ofrecer un cuidado integral, para poder descubrir la necesidad que hay detrás e integrarla con la razón y la conducta.

D. Iñaki Lascaray afirmaba que el cuidado emocional es fundamental para atender las necesidades de seguridad, de libertad y de amor que experimentamos todas las personas, y en el caso de las personas mayores es especialmente importante para atender la necesidad de sentirnos bien ( de una compañía de calidad, una ternura que satisfaga la necesidad de amor, una buena comida, ….) Partiendo de la base de que todo lo que sentimos tiene una intención positiva, son las emociones de fondo las que nos expresan estas necesidades, pero para poder descifrarlas necesitamos con frecuencia de una buena escucha de otra persona y de ciertas habilidades de gestión emocional. El envejecimiento es un momento apropiado para acompañar la evaluación vital y también para acompañar el momento actual, el bienestar aquí y ahora; y acompañar el sentimiento no significa ni evitarlo ni interrumpirlo. Es preciso saber escuchar para comprender los sentimientos de la persona que acompañamos, saber devolvérselos de forma empática y, de esta forma, ayudar al otro a incrementar la conciencia sobre su patrón emocional, para que pueda razonar y actuar de la forma más saludable posible.

 

DESPERTAR a una comunicación validante, buscar el idioma común en el que nos encontramos, en el que nos conectamos con la persona a la que cuidamos.

D. Jordi Llecha nos animaba a poner el foco en la persona que cuidamos, en nosotros los cuidadores y en la relación que establecemos ambos, para de esta forma poder sintonizar y ocuparnos de la inquietud que se esconde tras el comportamiento que vemos. Resaltaba la importancia de ir a la relación, además de con ciertas habilidades y técnicas, con una actitud de apertura, sin más expectativa que la de conectar, pues más allá de que podamos ver o no una respuesta, lo importante es una presencia de conexión, que el otro pueda sentirse visto, sentirse escuchado. Nos advertía de los peligros de poner etiquetas y de la importancia de entender los comportamientos que muchas veces acompañan a ciertas demencias u otras realidades que aparentemente impiden la comunicación, pues siempre hay una razón detrás que tenemos que intentar descubrir.

 

En definitiva, estuvimos tratando sobre la importancia del acompañamiento y la pastoral de la escucha, sobre la ternura y sobre volver a lo esencial para DONARSE Y APRENDER A RECIBIR.

María Eugenia Aguado
Directora del Instituto Humanitate